viernes

El restaurante.

Noté que el nuevo chef no tenía muy claros los puntos de cocción cuando vi cómo mi codorniz confitada salía volando por la ventana del restaurante. Fue entonces cuando decidí cancelar el segundo plato (jabalí bañado en salsa brava) y pasar directamente al postre.

Famélico y de mal humor por no haber probado bocado, esperaba ansioso que el dulce me hiciera recobrar la alegría. Pero al degustar una cucharada de la mousse casera que había pedido, se me partió una muela.

Entre gritos e injurias, le comuniqué todas mis quejas al metre. Éste, muy atento y amable, anotó cada una de mis reclamaciones en una servilleta de papel con la que luego se sonó la nariz.

Decidí marcharme sin dejar propina.


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2 comentarios:

  1. Qué grande la reacción del maitre de sonarse la nariz! Para uno que ha sido camarero, entiende perfectamente esta reacción ante según que clientes! Ah, y lo peor para un camarero no és tanto que le dejen propina sino que dejen una propina "suculenta" como por ejemplo...2 céntimos de euro.
    Buen relato!

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  2. Gracias, pero me parece que no has entendido hacia quién iba la crítica.
    Un saludo.

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